Sin procedencia


                  Ilustración de Samuel Chacón Uría




Estaba segura, cómo nunca lo había estado, allí quería estar, observando un horizonte metálico y cristalizado de casas que guardaban las vidas de sus habitantes como si se tratara de tesoros preciosos. Edificios nuevos y modernos junto a otros viejos y anticuados, todos hermanados sin saberlo, todos con historias íntimas y delicadas que contar en reuniones escondidas bajo la luz de la luna en alguna noche de insomnio. Alegrias y penas, trabajo y descanso, amor y desilusión, vida y muerte. Tantas y tantas combinaciones de sentimientos, de acciones, de tiempos, de ahoras y de nuncas.

No, no era la lluvia un impedimento, aun así, la urbe en aquel horizonte hipnotizaba a las almas, que como la suya, no lloraban por soledad ni mucho menos, si no por no entender porque la humanidad se empeña una y otra vez en destruir lo único que tiene absolutamente mágico, terrenal y divino como es el corazón que late y empuja en cada cuerpo, sin importarle su procedencia, ni su color, ni nada que que le envuelva, tan sólo la fiabilidad de su latido, la inmensa corazonada que siente cuando de repente se enamora y se vuelve extraño esperando, quizá, una palabra, un gesto de comprensión,  es el valor extraordinario de la vida que poco nos pide a cambio.

Comentarios

Lo más leído