Cuando el tiempo pasa

Fotografía de la autora
Cuando el tiempo pasa o no pasa:
-No esperaba yo esta sorpresa.
- Cómo está, Benilde.
Ella señala al gato que duerme a su lado con el mando del televisor, y que ni siquiera se inmuta ante la visita.
- Aquí estoy con mi compañía, viendo esto, si no qué voy a hacer.
La enfermera empieza a quitar las vendas al pie, y a limpiarlo con cuidado, mientras la anciana no deja de mover la pierna con gestos de desagrado. Estate quieta o no va a quedar bien, le digo, y aprovecho para bajar el volumen que está altísimo. Yo le pregunto al médico cómo lo ve, me dice que tal y como estaba antes, ahora mucho mejor, pero no se puede hacer nada más, descartada cualquier operación, así que a seguir haciendo las curas, y que sea lo que sea, mientras se encoje de hombros.
- Pues ya está, lista. A seguir así.
- ¡Ya puedo bailar la conga! Los jóvenes de ahora no saben bailar... No oigo nada, estoy sorda. Hala, marchen, tendrán que ver a más gente. Gracias, que Dios les dé salud y suerte.
Y con un movimiento de auténtica pereza da por terminada la conversación mirando al televisor mientras coge el mando y aprieta el botón del volumen sin la menor compasión, y antes de que hayamos salido de la habitación a tiempo.
- Venga, hasta la próxima -sonrío. Buen día, y les acompaño hasta la puerta del camino.
Se van riendo.
- Benilde, quieres ir al baño, ¿necesitas algo? Marcho, voy a hacer la comida.
No hablo, chillo por encima de mis posibilidades.
- ¿Marchas? Pero, ¿vendrás algún día?
Vendré, vendremos algún día, como hasta ahora en estos dos últimos años, para sentir que nada cambia con las estaciones, y que ella nos acaba de ver por primera vez entrar por su puerta, porque el tiempo pasa y no pasa, y se recuerda lo de ayer y no lo de hoy, y no se tiene en cuenta de que hay alguien que vela y se desvela por ella todo lo que debe y puede.
Y aunque se va caminando juntos, la sensación o la realidad para nosotros es que no se va a ningún lado, tristemente, y a ella, a estas alturas de su vida parece no importarle más allá de oírnos trastear en la cocina preparando el desayuno cada mañana o de preguntar una y mil veces, dónde está el gato.
Comentarios