Me quedo en casa



Las violas como un manto delicado al que proteger.

Peña Mayor, acariciada por el sol





Mientras el reloj del mundo global corre envenenado, y nos marca el paso angustiosamente,
dedicamos unos minutos a la serenidad del paisaje de una tierra que ha sido testigo de sufrimientos y luchas.
En las minas, y ahora en los pueblos vaciados una constante nos llega, y es que eramos y fuimos entonces jóvenes, que poco se detenían en observaciones, y ahora ya camino de la madurez descubrimos otras inquietudes, somos y seremos los que quedan, para intensificar la propuesta humana de seguir hacia adelante.
En el silencio de la belleza, que no entiende de decretos, se abre paso la necesidad de mirar dentro. Qué nadie lo dude, habrá más días de ruido y furia, nos tocará vivirlos, y contarlos a quien quiera escucharnos, como si contáramos una historia épica, sorprendernos a nosotros mismos empezando a decir:  Nunca pensé que viviría algo así...
Te quedas en casa, entre los recuerdos que nunca se van, entre las cosas que ocupan el mismo lugar que tú les diste, entre las caricias animales de quienes nos acompañarán eternamente bajo su percepción de felicidad.
Hoy, ya cerca de la primavera, lejos las multitudes, nos sentimos extraños, terriblemente vulnerables, apreciando dolorosamente todo lo que teníamos, y no eramos conscientes de tener, porque es verdad, amig@s, cuando lo pierdes lo entiendes, y lo echas de menos, y ésto, es una condición unánime a toda la Humanidad, seas de donde seas, vengas de donde vengas.















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