Qué no se nos olvide…

Con que voracidad leíamos entonces aquellos libros, las clases de literatura se habían convertido en sesiones improvisadas de historias que nos hacían despertar a la vida. Cómo empezamos a entender, a tener una opinión propia, a valorar, a leer entre líneas. Aprendimos a expresarnos, a escribir correctamente. Los comentarios de texto eran autenticas declaraciones de principios, eran la búsqueda de una nueva lectura en la soledad del cuarto por si algo se nos había olvidado en el tintero. Entorno a los libros construimos personalidades, confesamos algunos miedos e hicimos promesas para el día que fuéramos mayores. A algunos se nos abrieron las venas en forma de poemas, nos hicieron gritar deseosos de otras revoluciones, nos quedamos colgados de algunos autores y les juramos fidelidad, decidimos parecernos a ellos en la firma y crecimos consagrados al placer de las páginas llenas de historias que queríamos adoptar, hacer nuestras y no olvidar.
Así descubrimos el Quijote cuerdo, la sátira de Quevedo, la sensibilidad de Neruda, la belleza de Lorca, la sencillez de Hernández, el amor fatal de Baudelaire y tantos y tantos otros. Un día se nos cruzaron en el camino las ratas y la subsistencia, los santos inocentes y sus miserias, y descubrimos que cinco horas con Mario son pocas para decir todo lo que una mujer piensa de una vida por y para el matrimonio. Cómo se nos quedaron cosidos a la piel esos personajes, con que magnificencia el lenguaje adquiere una profundidad tal que nos enriquece y nos lleva a la recreación del castellano más puro y vivo. Porque si hablamos de vida ahí tenemos a Delibes, para siempre.

Comentarios

Lola Fontecha ha dicho que…
Mamen yo cada vez que leo algún libro, siempre encuentro algo con lo que quedarme, me marcan mis lecturas y siempre busco un ratito para escribir algun relato que me deje volcar lo que hubiera querido en mi vida de pequeña o mostrar al mundo una experiencia propia que muestre que se puede seguir adelante. Un beso bonita

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