Mariana y Dimas (Eloisa está debajo de un almendro)
Lunes, 1 de Junio, Teatro Pumarín de Oviedo
Mari Luz Fernández González y Mamen Uría
Fotografía de la autora.
MARIANA.—¿Es usted el criado de Fernando?
DIMAS.—Sí, señora. Para servir a la señora.
MARIANA.—¿Tiene usted la llave de ese armario? (Señalando.)
DIMAS.—¡Dichosa llave del armario! Tres días llevo buscándola, señora, y no sé dónde he podido
meterla...
MARIANA.—¿Se le ha perdido?
DIMAS.—¡Tiene uno la cabeza ya tan embarullada! Pero aparecerá; tiene que aparecer...
MARIANA.—Lleva usted muchos años en la casa, ¿verdad?
DIMAS.—He perdido la cuenta. Serví al padre del señor, serví al abuelo...
MARIANA.—¿Y no recuerda usted si ahí, al otro lado del reloj, hubo en algún tiempo una alacena?
DIMAS.—¿También la señora tiene la manía de las alacenas? ¿También la señora busca a lgún
misterio, como el señor? ¡Hum! En esta casa no ha habido nunca misterios hasta hace un par de
meses...
MARIANA.—(Levantándose.) ¿Hasta hace un par de meses?
DIMAS.—El señor se empeña en ver algo raro en la muerte de su padre. Pero ¿es raro que un hombre
se pegue un tiro al perder a una mujer que quiere? Lo que sí es raro es lo que el señor ha empezado a
hacer últimamente. Pero a la señora tengo que decírselo porque debe estar prevenida.
MARIANA.—¿De qué habla usted?
DIMAS.—Pregúntele... Pregúntele al señor la señora por qué un domingo, que estaba solo en casa,
levantó parte del entarimado de su cuarto...
MARIANA.—¿Eh?
DIMAS.—Y por qué una noche que creía que nadie le veía, se estuvo más de una hora cavando en el
jardín. Pregúntele la señora qué es lo que entierra..
MARIANA.—¡Lo que entierra!
DIMAS.—Aquí el único que no está claro es él. Y eso de que en una alacena encontrase esto y lo
otro..., pues yo juraría que lo cuenta para despistar.
MARIANA.—¡Para despistar!
Comentarios
Abrazos, siempre
Pero ahí están para que las disfrutemos, en mi caso doblemente, como lectora e intentando interpretar a su Mariana.
Abrazos.