Desde el jardín, bajo del magnolio, al mar abierto. 2.
Coloqué sobre la mesa las conchas y caracolas con cuidado y esperé, quizá convencida o esperanzada de que el un milagro ocurriera y en ese instante, al finalizar ya la tarde, con la brisa y el eco lejano de un mar que nunca duerme, los hermosos restos de vida marina decidieran resucitar y como instrumentos musicales de nácar y sal filtraran el rumor de las olas, y me hicieran regresar con la melodía limpia y azul de sus entrañas a la pequeña cala solitaria, donde el tiempo parecía detenerse cada tarde en que yo la visitaba.
Isla de Arousa
Comentarios
Por cierto, además de visitar a Don Ramón del Valle, ¿estuviste en Padrón, en la casa de Rosalía?
Un saludo Juan.
Un abrazo.