Bajo la luz de mi lámpara vienen y van los pensamientos




Por la fuerza nunca

Qué queda después de que te hayas ido,
dime si permanece trémula la caricia
que quedó suspendida como un reflejo sobre el cristal,
la huella de ese instante en que quise detenerte.
Quedó tu aura violácea como un arco iris extravagante
adornando mi ventana que vigilaba la extraña tarde.
Recuerdo tu asombro al ver cómo mis brazos te aprisionaban,
cómo quiso escapar de tu pupila la luz,
cómo tu fuerza de arrogancia ingrávida se estremecía
pedía a gritos que yo la soltara.
Y te ví callada, mirándome sin verme,
y te ví alejarte, con la respiración entrecortada,
y entendí que las horas serían largas.
Abismos, escolleras, acantilados,
donde romper mis olas de mar airado,
de tormenta despiadada que no cesa.
Qué queda después de que te hayas ido,
sólo yo, maldito ser que no ha aprendido
a pedir perdón.

Holocausto…aún hoy

Debía tener once años la primera vez que ví las imágenes.
No pude entender, ni aún hoy cuando ya tengo bastantes más,
cómo se pudo hacer algo así.
Guardo para siempre el dolor de sus huesos frágiles y sus cuencas de ceniza, guardo sin excusas las lágrimas por mí, de mi vergüenza.
Siento que sus sombras alargadas buscan sus nombres y pido como uno más de ellos, la dignidad que les negaron.
Campos como grandes cementerios de la vida, de la sonrisa mutilada, así fueron sus reinos de ciudades llenas de humo, de una gran fumata negra interminable.
Siento que aún hoy, les quieren borrar una vez más de la vida, con la macabra oratoria de sus prejuicios.
No saben que no podrán, nuestros hijos llevan los mismos nombres, escritos a base de firmes trazos comprometidos, respetuosos, que acallan sus discursos vacíos.
Para que nadie les olvide, yo recordaré siempre.

Haití

Si tiembla la tierra bajo tus píes te darás cuenta de qué poco te sirven.
Sabrás de repente lo importante que es tu vida si nunca te habías parado a pensar en ello, sabrás amargamente que alguien espera a que llegues y que no podrás. Pensarás que todo lo que tenías no era necesario si lo comparas con sus ojos oscuros. Descubrirás que posiblemente es tarde para decirle cuánto sientes y creerás que no importa lo que pase ya, pero sorprendentemente querrás salvar lo poco que queda de la nada en que se ha convertido tu mundo.
Porque te abrirás camino con uñas y dientes, porque buscarás la luz entre la negrura seca e insensible que se agarra a tu aliento y saldrá de ti la voz perdida. Resurgirás entre los cuerpos de tantos que no resistieron, quizá sola, desnuda, herida o mutilada, intentando esconder entre tus manos tu pecho, con la mirada perdida del miedo al no ser nada para nadie.


Somos lo que hemos mamado

Recuerdas la ingenuidad con la que pasaban tus días.
Entonces no había más problemas que un juguete no compartido,
quizá la negación a comer ante un plato de guisantes, que parecían demasiados grandes incluso.
Llegabas del colegio, contento porque habías hecho bien los ejercicios del encerado, porque te habían sentado en el primer pupitre que era el mejor, mirabas entonces de reojo atrás y veías la cara de aquel compañero al que no soportabas. En tu hogar, olía a huevos fritos recién hechos (“de casa”, que tienen otro sabor sinceramente) y de fondo la radio, con Don Juan Tenorio intentado convencer a Doña Inés.
Hacías los deberes sin que nadie te lo dijera, preguntabas si podías salir a la calle o donde la vecina a jugar.
Por la noche tus padres hablaban ante aquel televisor de solo dos canales y tú seguías pensando en cosas de niños.

Comentarios

Lola Fontecha ha dicho que…
Detalles que llenan una vida y lo has contado de una forma que me has provocado saborear los huevos fritos... Un besazo
Darío ha dicho que…
Me hincaste el corazón, bien profundo. El poema, es eso, un poema de vida.

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